Les propongo esta propuesta social de cercanía, ayuda y comunicación entre los que constituimos el grupo ciudadano; tiene que ver con acercarnos más y lograr la manera para que podamos llegar a cumplir algunos objetivos. Es evidente que algunos tienen más que otros y que otros tienen menos de lo indispensable.
Muchos tienen comida suficiente, techo, vestido, educación; otros se mantienen escasamente con una comida al día, vistiendo ropa humilde y conociendo de la cultura lo elemental y limitado.Unos, bastantes, tienen trabajos, buenos ingresos, su nivel de vida es alto. Otros –la gran mayoría- hacen las labores humildes para las que encuentran propuestas y se concentran en vivir el día a día con la paciencia y la humildad que la costumbre del tiempo les donó. Estos últimos, al margen de su género, edad, nacionalidad, tienen la condición de ser también seres humanos como los primeros, la diferencia está en lo que ahora ha dado por llamarse –con ostentación- “calidad de vida”. Mientras muchos, más allá de los imaginados, mantienen con soberbia mayor categoría; los otros que superan todo cálculo, aceptan sus limitaciones con la esperanza de que algún día las cosas cambien. Y sí pueden cambiar.
Si nos juntamos y compartimos, si nos convertimos en generosos y solidarios, si extendemos la mano para ofrecer, no para pedir; si hace eco en nuestro interior nuestra condición de creyentes –las cifras se acercan al 75% de católicos en Ecuador-, la seguridad de que la situación cambiará es más que evidente.
¿Qué lograremos con esto? Que nos invada una sensación positiva, que la felicidad nos llegue a montones, que la comprensión y el afecto se expanda, que el país en su condición humana, productiva, política, superación, éxito, se convierta en el líder latinoamericano que hemos pretendido siempre y que además, una sensación espiritual diferente nos invada y haga de nosotros lo que realmente merecemos ser.