Altas autoridades del anterior gobierno, maniobraron el poder como quisieron, incluso, en beneficio y provecho propios, y más no, como habríamos deseado, en bien y adelanto de los ecuatorianos; de allí, que, aquello devino en lo que tenía que desembocar, en corrupción, conforme hoy mismo se evidencia y comprueba en el oprobioso caso Odebrecht. Mucho de lo atractivo que pudiese tener el populismo, está ligado a que suelen mostrarse como Mecías, es decir, como nuevos redentores. Cuando un populista se presenta como un nuevo redentor, sabemos perfectamente, que de ninguna manera tendrá la entereza, como ocurrió con Correa, de expresarse y trabajar con la verdad. En una auténtica democracia, claro que existen discusiones, discrepancias, incluso errores; pero, de a poco se logra avanzar hacia la consecución de una sociedad mucho más justa y humana.