Ser bravo, en términos de furioso, y por lo tanto parecer valiente es un atributo que en estas épocas se ha tornado contagioso. Así como el Mandatario deja ver su bravura contra la prensa, los ecologistas, indios, maestros, políticos, cadáveres insepultos, enanos, sicarios de tinta, etc.
Asimismo, algunos personajes del Gobierno se han contagiado de la bravura y valentía del gran jefe. Viene al caso el Sr. Ministro de Educación, quien protagonizó hace poco una gesta valiente cuando un estudiante porteño, de manera educada le planteó un reclamo. La fuerte contestación del burócrata fue descomedida por decir lo menos pero claro muy valiente rodeado de pretoriano séquito como acostumbran los jerarcas hoy en día. Ser bravo, valiente y furioso cuando te rodean guardaespaldas, pesquisas y comandos es bastante fácil y cómodo. Otras épocas había en que un ministro de Estado, no se diga un mandatario, hacían gala de educación, mesura y equilibrio.