Estos últimos dos meses, amigos y familiares que viven en los valles de Tumbaco y Alangasí han sido visitados por los amigos de lo ajeno, una familia fue asaltada dos veces, con diferencia de una semana entre un asalto y otro, algo inconcebible.
En los diarios leemos, que han sido desmanteladas dos bandas familiares, deteniendo a 90 personas que sembraban el terror, armados y a sangre fría, sobre todo en los valles.
Cuando los perjudicados, ilusionados acuden a las dependencias policiales para tratar de recuperar y reconocer algunos objetos de su pertenencia, se encuentran con el cuento de: vuelva otro día, pues se está realizando el “inventario”.
Después de idas y venidas, cuando al fin les dejan entrar a las bodegas de los objetos recuperados, se encuentran con la triste y vergonzosa existencia de chatarra inservible seguramente arrumada ahí meses atrás. Objetos que hoy los ladrones no se molestan en robar como TV viejas y grandes, computadoras obsoletas, electrodomésticos, bisutería.
Hoy, los ladrones son “selectivos” y roban objetos fáciles de cargar y de vender como plasmas, iPods, BlackBerry, laptops, joyas. En los periódicos, si aparecen las fotos de estos enseres, pero en las bodegas ya no están. Después del inventario, ¿adónde fueron a parar?, ¿en casa de cuál vivo están?, esto es indignante e inexplicable.
Mientras tanto, los perjudicados se sienten engañados por estos oscuros procedimientos que se repiten en cada caso. Además de las pérdidas materiales queda el estado psicológico de los miembros del hogar afectado, sobre todo de los niños que cogen miedo de vivir en sus casas teniendo en muchos casos, que abandonarlas y salir de sus casas construidas con trabajo y sacrificio.
Estamos en poder de los ladrones y de los vivos que salen ganando con estos robos. ¿Hasta cuándo tendremos que aguantar estas agresiones?