Quito, la ciudad de las mil caras, tiene en su centro una pequeña elevación de 3 000 metros de altura que fácilmente se la aprecia desde todos sus ángulos, donde convergen las miradas de sus habitantes. Nada mejor para que en este sitio plasmado por la naturaleza se aproveche y se represente a todas las regiones y provincias del país. Primero compensando a quienes viven en él con otras propiedades como se ha hecho con las familias afectadas por las zonas de alto riesgo. Al tener despejada toda la montaña débese llenarla con las plantas y árboles endémicos de cada provincia, tal vez salpicada con muestras de su fauna hechas en piedra por hábiles artesanos que tan conocidos son en el mundo entero.