Con el debido respeto por todas las víctimas del terremoto del pasado 16 de abril, quisiera expresar el orgullo especial que sentí de ser ecuatoriano. No seremos potencia mundial, ni siquiera un ‘jaguar latinoamericano’, pero en lo que a solidaridad respecta, fuimos un ejemplo para el mundo.
En cuestión de horas, la sociedad civil se movilizó para realizar donaciones de todo tipo para los damnificados. A los centros de acopio llegaban miles de ciudadanos cargados con cajas y dispuestos a colaborar en lo que se necesitara. Cientos de voluntarios ya estaban camino a la Costa para apoyar las labores de los bomberos y rescatistas, que llegaron de todas las regiones del país.
Los municipios colaboraban con el transporte y en menos de 24 horas ya salían las primeras caravanas de camiones repletos de alimento, medicinas y ropa. Los supermercados fueron vaciados por gente que compraba productos para enviar a las personas que lo acababan de perder todo. Y qué me dicen de la niña en Guayaquil, quien cambiaba sus peluches por agua embotellada para los damnificados. Escenas conmovedoras que quedarán grabadas en el corazón de todos los ecuatorianos, así como el agradecimiento especial a todos los países que nos brindaron su ayuda.
Por otro lado, qué decepción del comportamiento del Presidente de la República y del resto de funcionarios del Gobierno. Se aprovecharon de las circunstancias para ponernos más impuestos, se apropiaron del esfuerzo ajeno etiquetando las donaciones con publicidad del Gobierno para hacer proselitismo político. Pero lo más penoso fue ver a un Presidente gritando y amenazando a los damnificados o contestándole a un voluntario, quien quería hacerle una pregunta que se ubicara, que él era el Presidente de la República. O sea que por ser Presidente ya no puede hablar con los mortales. Viéndole recorrer las zonas afectadas daba más la impresión que les estaba haciendo un favor a los damnificados.
A la final ¡no hubo una demostración importante de sensibilidad, de reflexión, o de querer cambiar su actitud! No, sigue con la misma arrogancia e irrespeto de siempre, realmente ¡Qué decepción, Presidente!