Hace unos días fui invitado a una ponencia en la Pontificia Universidad Católica. Luego de la misma se abrió el espacio a preguntas. Una de ellas tenía que ver con el eterno enfrentamiento entre fe y razón.
La respuesta que di, fue la adecuada pero me gustaría aclarar mejor mi argumento: entre fe y razón no existe antagonismo ni contradicción. Sus campos son diferentes pero complementarios. La razón siempre responde a la pregunta del “cómo” y la fe responde a la pregunta por el “quién”. Sin embargo, ambas, fe y razón, responden a la pregunta del “hasta dónde”.
La ciencia, apoyada en la razón, me dice cómo funcionan las cosas, cómo se constituyen, cómo han evolucionado hasta ahora y cómo se podrían comportar en el futuro. La fe me dice quién dio orden a toda la creación y como hombre de fe tengo que decir que ese alguien es Dios. Pero fe y razón juntas, me dicen que hay límites a mi investigación, por eso se ha llegado a acuerdos para evitar ciertos tipos de experimentación como lo es la experimentación con seres humanos. Y no se prohíbe porque se quiere mantener intacto el lugar que ocupa Dios, se prohíbe porque caso contrario se vería profundamente heridas la libertad y la dignidad de la persona.
Lo decía el Papa Juan Pablo II: “la fe y la razón son dos alas con las cuales el alma se eleva a la contemplación de la verdad”.