Las revoluciones armadas lamentablemente presuponen rencores y diferencias. Desde 1895 el Ecuador vivió una guerra civil, se iniciaron enfrentamientos armados entre liberales y conservadores con triunfos de lado y lado hasta cuando la revolución liberal parecía consolidarse. Una vez que esto sucedió, las armas liberales fueron a descansar y los hombres de esa tendencia se dedicaron a forjar con leyes la transformación.
Como era de suponerse muchas de estas conquistas no fueron del agrado del conservadurismo que no dejó de insistir en la contrarrevolución. Debemos reconocer que ellos también pusieron su cuota de víctimas mortales en muchas de las batallas durante la guerra civil y los intentos posteriores para desestabilizar al Gobierno revolucionario, algunas de ellas tan heroicas como las liberales.
Para mal del Ecuador los enconos persistentes entre las ideas contrarias llevaron a situaciones casi de barbarie por defender el poder ganado en las batallas por los liberales o de arrebatarlo por parte de los conservadores. Y llegaron los tiempos de confusión y descontrol y los intentos de ciertos grupos de permanecer en el poder.
Es muy importante recordar a la figura universal de Alfaro, que amó a su país con delirio y que contribuyó a su desarrollo en todos los campos y sin interés personal alguno. No permitiré que se manosee ese legado del pasado.