Los resultados de las elecciones en Ecuador van quedando cada dÃa más claros, hasta ahora con Arauz y Lasso rumbo a una segunda vuelta; si los resultados se mantienen, la votación del pueblo tendrá que decidir cuál de los dos liderará esta nación sacudida por la pandemia, y que a su vez destapó una ola de corrupción que se llevaba en brazos a los hospitales públicos y sus contrataciones.
Ellos deben saber desde ahora, que el pueblo está despertando, ya no son los mismos de antes que votaban simplemente llevados por una corriente polÃtica cualquiera, felices por recibir una camiseta o un jarrito durante la campaña; no, ahora son más observadores, exigen resultados y demandan transparencia en la forma de gobernar.
Ahora los señores Arauz y Lasso deben entender, que más allá de salir electos, tendrán detrás de sà a millones de ecuatorianos que estarán pendientes de sus pasos, vigilando sus decisiones, auditando sus obras y poniendo en tela de juicio cada discurso que pronuncien ante una población dispuesta a ser el verdugo y reclamar el poder que se les habÃa negado en el pasado.
Atrás quedaron los dÃas en que las campañas estaban llenas de promesas esperanzadoras, que solo endulzaban los oÃdos de los electores, y como dice por ahà una canción ‘pintaban pajaritos en el aire’, ahora se necesitan propuestas reales, creÃbles, que aporten una verdadera solución y no un mero bálsamo para el problema social existente.
Ahora como pueblo, hay que estar atentos para ver, ¿Qué harán con nuestros hospitales, con nuestras escuelas, con nuestros fondos? ¿Cómo los van a utilizar? ¿Será que sus propuestas de campaña son realmente viables? Se exigen respuestas, se requiere resultados.
El 11 de abril tendremos una nueva cita con la democracia, ese dÃa, con un silencioso voto se escuchará la voz de la población, dispuesta a conocer un ganador, un nuevo presidente que represente las necesidades y carencias del paÃs, y que esté dispuesto a hallar una solución inmediata a todo el mal que azota las entidades públicas y que solo han hecho que se pierda la confianza en aquellos que se han sentado en Carondelet.