Es increíble la nobleza de nuestra ciudad, a pesar del intento permanente de no cuidarla, de mancillarla, de despreciarla… con la agresividad que los que vivimos en Quito, quiteños o no quiteños, de los suicidas permanentes: peatones, ciclistas, motociclistas, vendedores ambulantes, de los conductores, de las comidas en veredas y calles, de la basura que arrojamos minuto a minuto, del ruido ensordecedor, de los conciertos masivos, de las barras bravas del fútbol, de las marchas, de las invasiones a parques y plazas, de los incendios provocados, de las carreras de buseros, del agravio a los adultos mayores, de la falta de respeto a las mujeres, de escupir en el suelo, de los perros callejeros.
A pesar de todos los intentos permanentes, nuestra noble ciudad ha sido galardonada como el mejor destino turístico. No es por las autoridades actuales, ni pasadas, sino porque Quito tiene alma y es única, y tiene historia que la hace casi perfecta.
Volvamos a quererla, a endiosarla, que la mostremos orgullosos y que pocas ciudades puedan competir con su autenticidad y que al final de los días, la ciudad también esté orgullosa de los que vivimos aquí.