En diversos países de distintas latitudes surgen poco a poco movimientos de “indignados” que saben lo que no quieren; pero no saben lo que realmente quieren.
Todavía la sociedad no se da cuenta del alcance de este fenómeno que va tomando cuerpo pero sin brújula ni derrotero alguno.
Nace poco a poco el individuo con rasgos de neurosis y que no sabe qué le pasa ni que puede hacer, sufriendo: alteraciones en el desenvolvimiento psicosocial, familiar y laboral.
La ira, la ansiedad, el nerviosismo, la angustia, diversas fobias y hasta trastornos de pánico, hacen que sus mecanismos de defensa actúen en acciones de represión, proyección, negación y desplazamiento.
Muchos pueden caer en una neurosis fundamentalista o “neo revolucionaria” constituyendo grupos que quieren protagonismo o visibilidad frente al resto; causando caos, protestando pero sin ofrecer salidas.
Los grandes empresarios, políticos, banqueros ocupados en lo suyo, no se dieron cuenta de lo que se está gestando, incubando dentro de la sociedad en general, el individuo que se siente maltratado, explotado e incomprendido. El individuo no tiene puntos de referencia por la pérdida de valores. Crisis del concepto de comunidad que permite el surgir de un individualismo desenfrenado, “nadie es compañero de nadie” sino un antagonista. Crisis de ideologías, por ende crisis en los partidos o movimientos políticos. La justicia y la magistratura se las sienten cómo corruptas y enemigas. Cabecillas mafiosos y tránsfugas se hacen cargo de controlar movimientos, partidos y hasta los votos; se los puede identificar en los procesos eleccionarios.
Y como si fuera poco hoy se puede avizorar la falta de libertad que tienen los estados frente al poder de las transnacionales, pues ellas son en última instancia quienes ponen y sacan gobiernos a conveniencia, valiéndose de la corrupción reinante hoy por hoy.
Se dice que la solución sería una correcta distribución de la riqueza, pero quienes detentan el poder se volvieron ciegos, sordos y mudos. ¿Quo vadis – Homo sapiens?