El expresidente Rafael Correa acaba de dar una muestra adicional de su falta de madurez, tanto personal como política. Leer que haya dicho en una entrevista que si él hubiera estado en el Ecuador, por seguro que ganaban las elecciones con Andrés Arauz, es más que un despropósito.
Todavía no asimila los resultados y su significado. Yo me sumo a las personas que consideran que la derrota de Andrés Arauz se debió, además de su falta de experiencia y de una escasa visión política, que lo llevaron a mentir en varias ocasiones (las vacunas de Argentina, la posesión de las casas de Lasso, por ejemplo), se debió, digo, a la cercanía del ex presidente.
Si Rafael Correa hubiera estado en Ecuador, el voto rechazo hubiera sido mucho mayor, es decir, a Lasso le habría convenido que venga Rafael Correa a trabajar en la campaña de Arauz. El ex presidente se olvida que cuando vino a hacer campaña por el no en la consulta popular convocada por Moreno, lo recibieron lanzándole huevos en algunos sitios, también se olvida, como se olvidó que alabó el pacto Arauz-Vargas, para luego despotricar en contra de Vargas, se olvida digo, de que la intervención de él en la campaña de Barrera por la Alcaldía de Quito, que contribuyó a la caída electoral del candidato.
El signo más evidente de la madurez es el equilibrio y la ubicación seria e imparcial en la realidad. Las palabras de Rafael Correa muestran una persona ensoberbecida, ego-maníaca, convencida de que sus “cualidades” le significan un apoyo eterno, y, lo que es peor, que es algo que se merece.