Bastaron pocos días para identificarnos. Acontece que en la mañana, tarde y noche de días aciagos, en las calles del norte de Quito coreábamos al unísono por la libertad y la democracia que estaban siendo conculcadas. Ahí nos prometimos luchar incansablemente por el futuro de nuestros hijos, nuestros nietos, porque se respete el sufragio popular y por un futuro diáfano y transparente.
Así nació este grupo de Mujeres por la Libertad, y hemos vivido expectantes estos últimos meses, tiempo en el cual se desnuda la más putrefacta corrupción que recuerda la República.
Miramos con satisfacción, la decisión del presidente Lenín Moreno de retirar las funciones que le fueron dadas al Vicepresidente de la República, señalado por la vindicta pública como el principal responsable de la vergüenza que soportamos los ecuatorianos, cuando son dos naciones extranjeras las que nos señalan la corrupción rampante que nos cubre. Precisamente por ello, nos ofende la sonrisa sarcástica y burlona de todos los corifeos del correato, queriendo defender lo indefendible, sonrisa que hemos visto esfumarse del rostro del principal acusador del Estado y de quienes van perdiendo sus canonjías, que nos recuerda la comedia “El Alguacil Alguacilado”, de la época de oro de la Literatura española (Francisco de Quevedo), que a su retorno de Brasil nos engañó diciendo que lo que traía de las cortes de Justicia de ese país, no era una tragedia, sino una comedia rosa; que la conoció por los documentos obtenidos en las cortes de Justicia de dicho país.
Con estos antecedentes, como mujeres ecuatorianas a quienes nos indigna lo que acontece, le decimos al Presidente que no deje ni un segundo de luchar porque la moral y la ética vuelvan a ser el norte y el fundamento indispensable en nuestro país.