El jueves 9 de mayo en el Teatro Nacional Casa de la Cultura se presentó un documental sobre la llegada al poder y la muerte de Jaime Roldós Aguilera, presidente constitucional del Ecuador a finales de los setenta e inicio de la década de los ochenta.
Los productores nos mostraron una profunda investigación sobre la vida de tan singular político, los detalles que rodearon su vida en el poder y su muerte.
Al momento de presentar el documental, Santiago Roldós Bucaram, hijo del fallecido Jefe de Estado, contó al público su desesperación y la de su familia por esclarecer la muerte de sus padres, cuando una nación parecía olvidar lo sucedido; manifestó que ni en esa época ni actualmente confía en la justicia ni en la política.
El documental recoge testimonios sobre los retos que debió enfrentar Roldós, las traiciones que sufrió de parte de su tío político, Don ‘Buca’, sus enfrentamientos contra las dictaduras de América Latina, etc.
Sin embargo, el documental, de una manera transparente, también reflejó los errores cometidos por Roldós, como el respaldar abiertamente a los grupos terroristas de la época, por ejemplo “Los Sandinistas”.
Es admirable cuando alguien toma el valor para denunciar abusos contra los derechos humanos, pero más admirable es cuando esa misma persona denuncia todos los abusos contra los derechos humanos, sin importar la tendencia política que los haya cometido, pues me pregunto ¿acaso los movimientos terroristas de aquel entonces como Los Sandinistas, las FARC, el MRTA no cometían abusos contra los derechos humanos?
Me pregunto también ¿por qué Jaime Roldós no denunció los crímenes cometidos por la URSS contra los opositores al comunismo? El mundo debe evolucionar sus sistemas jurídicos y penales, y los integrantes de grupos subversivos que escojan el camino de las armas y de la clandestinidad deben ser considerados como criminales de lesa humanidad, es la única manera de garantizar que las atrocidades cometidas en nombre de la liberación del pueblo sean castigadas y los integrantes de esos grupos después no sean “prospectos de líderes políticos” y en algunos casos jefes de Estado, como en Uruguay.