Si no desea minería, no use sus productos

En EL COMERCIO del 23 de mayo con pesar leo opiniones sobre la minería como peligro para el futuro hídrico de Loja, sin base de realidad y envueltas en el vistoso celofán de la defensa altruista al ambiente, la cultura, el agua, y lo que es más, a la vida misma de las personas. Se refieren a la minería como la responsable del cambio y afectación ambiental mundial desde el inicio de la era industrial. Lo que no se menciona es que mucho del bienestar y desarrollo humano provienen de la minería. Ni siquiera se recuerda el computador que escribió esas letras, la prensa que las imprime, y los vehículos que la distribuyen, todos productos de los recursos minerales de la tierra.

Es posible que no se haya considerado el cemento con que se construye los hogares, las escuelas, los hospitales, los puentes de la mayoría de los ecuatorianos, las tuberías que le transfieren el agua, los cables que conducen la energía y luz a los hogares, fábricas y negocios, los vidrios y las tejas que le protegen de los vientos y las lluvias, las vías que permiten la movilidad, las herramientas que permiten la labranza y sembríos que llegan a la mesa, los canales que conducen el regadío, las medicinas que salvan vidas, los equipos de laboratorios que preparan vacunas, todas existen por la minería que según el artículo, atenta contra la vida misma. Y si se utilizan aviones, trenes o barcos , o se investiga las exportaciones e importaciones esenciales a nuestro convivir, se notará que todas se transfieren en vehículos existentes por la minería. Y por supuesto tienen al costo de transferencia de los recursos al bienestar humano. Por fortuna según la ciencia, nada se destruye, todo se transforma.

La autora posiblemente se adhiere a la seducción del mito sembrado por políticos sobre el fin del agua con la minería, cuando esta no ha cambiado su volumen desde el origen de la tierra misma, ni lo hará a menos que salga al espacio. Utilizamos la misma agua que bebían los dinosaurios hace 60 millones de años. Es más, su origen no es el inicio de los ríos que cruzan nuestro país, sino la energía del sol sobre las aguas del mar que crean las nubes desde las que llueve sobre nuestras montañas, páramos y planicies costeras. Una piscina construida en el tope de las más altas montañas o páramos se llena de agua, y no es el origen del agua. Lo que si se acaba es, el agua limpia, por efecto del accionar humano y no precisamente del sector minero. Ningún sector tiene más leyes y regulaciones en el Ecuador para cuidar el agua que la minería legal.

Ya que hablamos del agua, es deseable y ético que las consultas sobre prohibir la minería se completen con información y responsabilidades implícitas. ¿La prohibición incluye no recibir recursos que hoy más que nunca alimentan y pueden acudir al salvataje de la alicaída economía ecuatoriana? Pocos estarán de acuerdo con eso, y peor con dejar de usar los productos de la vida diaria que constituyen parte del bienestar ciudadano y no el “peligro” mencionado en el artículo.

Ahora que vamos a inaugurar espacios de diálogo, apreciaría más investigación sobre el asunto y una actitud proponente y comprometida a ambos lados de los ríos de ideas y afirmaciones que también cruzan por mi querida tierra natal, Loja.