Vivimos en un país donde la mitomanía es el primer signo de la mediocridad en la mayoría de la gente, donde la idolatría a un delincuente es la misma hacia un jugador de futbol que a un político falso de los que abundan en el medio, la mentira es tan grande que el vulgo es presa fácil de cautivar hacia una tendencia política, económica o social.
Ofrecimientos politiqueros abundan para engañar al vulgo, desde la campaña de vacunación contra el covid-19 , el número de muertes causado por la pandemia, el encarcelamiento y juzgamiento de políticos corruptos, la devolución de fondos mal habidos al estado, hasta la falta de ética de jueces y autoridades para defender a prófugos o extender comodidades y placeres en las cárceles que repletas están de asesinos, ladrones, violadores, muchos de ellos sin sentencia a causa de un sistema de justicia engañoso, vulnerable, de frágil manipulación en contra de la verdad, las víctimas y su viacrucis.
La mentira se ha vuelto el medio de transacción más frecuente entre la gente carente de educación, se ha vuelto un modo de vida en un país destrozado, quebrado, con muchos recursos eso sí pues pobres no somos.
Esperemos que la mitomanía pierda vigencia para que en las próximas elecciones gane el mejor perfil político que puede tener un estadista que tanta falta pro mejorar la educación, el futuro del país, de nuestras familias y descendientes.