Álex Quiñónez, que nunca pierda la espontaneidad y simpleza con la que llegó a las Olimpiadas este verano.
Cuando empezaba la histórica final de los 200 metros, y sus compañeros en los carriles vecinos hacían estudiados gestos triunfalistas a las cámaras de televisión, gestos de victoria, de superioridad, de prepotencia, Álex, nuestro simpático esmeraldeño, hizo el gesto que se hace en el colegio cuando va a empezar un complicado examen de matemáticas, el gesto de nerviosismo, miedo y susto. ¡Tan auténtico!
Su destino cambió este agosto del 2012, que su personalidad nunca cambie.
Hay personajes a quienes la fama y fortuna transforma, afecta y arruina. Otros a los que no.