Uno de mis clientes que por azares del destino tuvo que solicitar mis servicios profesionales, es un empresario próspero en el área del turismo de exportación y algún momento se encontraba “trasnochado” de que sus gananciales no llegaban a niveles espectaculares y como todo rico codicioso pensaba que le robaban todos los que le rodeaban.
Por esto motivo pidió una auditoría operativa, cuyo resultado no estuvo entre sus expectativas y no le agradó para nada el informe final. Se resistió a pagar y decidí iniciar una demanda hace aproximadamente siete años fecha que arranca un verdadero calvario judicial, más todavía mi sacrificado abogado patrocinador.
A los seis años el Juez de primera instancia y la Corte Superior sentenció que debe pagarme incluyendo costas, intereses y más cargos que por ley le corresponde. En este ínterin, asomó un abogado medio folclórico de Guayaquil, contratado por el demandado de marras para entorpecer el pago.
Amigo lector, cáigase muerto, han pasado algunos meses y simplemente no puedo cobrar, el Juez se hace de la vista gorda, el abogadillo ese andará por allí riéndose, el deudor duerme tranquilo y yo bien gracias.
¿Esto es justicia? Una sentencia judicial no es ninguna garantía de pago y como ya sabemos en la cárcel están solo los “agachaditos”.