El maniqueísmo es la fe que dice invalidar a todas las demás. Fundada por Mani (c. 215- 276) como la idea definitiva y absoluta, se divulgó por los
Imperios Latino, Griego, Persa, y Chino invadiendo a otras religiones e ideologías bajo el sello de la verdad absoluta que no admite réplica. El maniqueísmo no es, por tanto, un contenido en sí, pues parte de la creencia de que solo existe una verdad y que todas las demás verdades son enemigas de Dios, la patria, el Estado, etc. El credo maniqueo, nos lo dice Juan Pablo II, es la concepción dualista e irreductible de la realidad que se ha convertido con base de la propaganda política e ideológica más allá de la causa o fe que se propenda, como bien lo explica Maquiavelo, considerado el reformador del maniqueísmo en Occidente. Así, desde la edad media hasta la actualidad algunas sectas e ideologías han asumido una indudable tendencia neomaniquea, aunque sin reconocer el sesgo que imponen a la sociedad. En este sentido Hanna Arendt dice que el marxismo es hoy la más popular religión secular, de claro corte neomaniqueo, pues ha sido el soporte de todos los regímenes totalitarios. El problema, ayer como hoy, es que los marxistas intelectuales no reconocen ser creyentes de una religión laica, que pretende invalidar toda interpretación de la historia que no se base en la lucha de clases y en el sacrosanto Estado. Hoy podemos notar como en Ecuador se impone un credo maniqueísta maquiavélico, que impone su sesgo y no permite ningún otro, como toda religión o verdad maniquea, más allá de su contenido o causa.