Implementar políticas sociales y económicas cargadas de la ideología del partido o movimiento político gobernante tiene serias consecuencias. Los movimientos ‘progresistas’ proponen reconocer el mérito y dar igualdad de oportunidades a todos. Jamás mencionan autonomía o libertad, no entra en sus planes.
Lo sepan o no, al incluir en su modelo principios como mérito, igualdad y libertad dan origen a un dilema de tres puntas, reconocido como el trilema de Fishkin, donde la satisfacción de dos principios excluye al tercero. Si el objetivo es alcanzar equidad, allí solo caben meritocracia e igualdad de oportunidades. En la práctica, ningún principio es aplicado, sino que lo digan quienes pasan de un Ministerio a otro, sin otro mérito que la lealtad al líder.
No sorprende, entonces, la defensa a ultranza de Correa a su colega Maduro, cuyo único mérito es el de haber servido con fidelidad a Chávez. Total, aparte de unos pocos presos políticos, las sospechosa muerte de algún opositor molesto y las violaciones a los derechos humanos, todo lo demás aparenta estar bien. Sin embargo, el pueblo comienza a despertar de su letargo y reclama libertad. Los políticos que no respondan a esa demanda deberían apartarse del camino.