El gobernante ejemplar debe ser meticuloso y estricto en la estructura y aplicación de medidas económicas para garantizar el bienestar de la ciudadanía a largo plazo, tal como lo hicieron Marco Aurelio o Valentiniano I sobre el Imperio Romano.
El gobernante debe ser respetuoso de los derechos individuales y colectivos de la sociedad que preside aun en los momentos más álgidos de su régimen, impulsando reformas que favorezcan su ejercicio, emulando las iniciativas que alguna vez líderes como Domingo Faustino Sarmiento de Argentina o José Battle y Ordóñez de Uruguay hicieron sobre el plano educativo y laboral.
El gobernante debe ser innovador en la dirección del Estado, prudente en la toma de decisiones y consciente de la situación que atraviesa; sin expresar debilidad, displicencia o ingenuidad. Así como lo demostraron el ensi Gudea sobre las ciudades sumerias o Franklin Delano Roosevelt sobre Estados Unidos en plena crisis y guerra mundial.
Este es el perfil del gobernante ejemplar en tiempos de crisis, que se resume en cualidades que alguna vez el erudito romano Cicerón señaló como la sabiduría, perspicacia y previsión. En varios países como Ecuador, donde predominan momentos convulsos, se necesitan de figuras como las descritas, para salir y prosperar en el plano económico y social.