Los dislates del presidente Maduro han alcanzado niveles inimaginables de sorpresa, burla e indignación en todo el mundo, pero resultan entendibles por su falta de preparación e improvisación para la alta investidura que ocupa. Afirmar que en nuestro país un desempleado puede sobrevivir con una tarjeta de crédito sería un lapsus linguae (“error o tropiezo involuntario e inconsciente al hablar”) ya que ningún profesional de la economía, en su sano juicio, podría sostener tal aserto. Para Sigmund Freud, estos “accidentes” son malas jugadas del inconsciente ya que quienes los cometen sufren un conflicto interno al decir algo de lo que no están ni seguros ni convencidos.
Lo que preocupa es que se niegue la existencia de una crisis, se anticipe el advenimiento de una campaña sucia, se advierta lo que les ocurrirá a quienes denuncien actos de corrupción y se llame a votar por la lista oficial a un año de las elecciones. A todas luces, son expresiones meditadas, orientadas a mantener un sistema que, a criterio de los entendidos, ha fracasado estruendosamente.