Si los principios y valores ciudadanos han sido disminuidos por la descomposición social que nos ha dejado la revolución ciudadana y su perverso líder, la estructura del sistema y de nuestra sociedad también se ha debilitado y está más vulnerable al embate de toda clase de delitos. Basta ver la penetración del micro tráfico de drogas en los centros educativos para niños y adolescentes.
En la situación actual sería inoportuno y contraproducente legalizar el consumo de drogas, significaría legalizar y allanar el camino para que las mafias hagan uso de la infraestructura del país para desarrollar el ciclo completo de sus operaciones y crezca exponencialmente el lucro de su negocio, a cambio de convertir a los jóvenes, en especial, en adictos, para quienes no habría centros de recuperación ni futuro, sino desolación y frustración.
En cuanto a los horrendos crímenes –casi siempre vinculados a la droga- que se vienen cometiendo, el imaginario colectivo vislumbra “la pena de muerte” como castigo ,pero se propiciaría el riesgo de que la medida sea manipulada por intereses ajenos a la justicia y se condene a inocentes, nada difícil en nuestro sistema y sociedad inmaduros.
Sí contribuiría en gran medida el depurar el Gobierno de malos individuos involucrados en actividades relacionadas con el narcotráfico: empezando por los hechos de Angostura y de “la valija diplomática”, etc.
Y, paralelamente, generar conciencia en los padres acerca de la importancia de la educación y prevención sobre consumo de drogas, desde el hogar, retomando la indelegable responsabilidad de fortalecer la personalidad y orientación de los hijos.