De un tiempo a esta parte ha causado más de una sonrisa suspicaz en muchos ecuatorianos aquella ocurrencia del candidatizar para asambleísta a Don Burro. La verdad es que, quienes han mentalizado este singular hecho, sin quererlo han logrado expresar esa impotencia reprimida de cientos de miles de ecuatorianos que a través del tiempo hemos visto cómo estos ciudadanos investidos de tan alta dignidad de asambleístas (que son idénticos a los ex “corruptos” legisladores) no han hecho sino reiterar, refrendar y potenciar el desprestigio crónico que tiene la mayoría de aquellos, fundamentalmente por sus actos nada éticos en su quehacer político diario. A esto súmese el bajísimo perfil de muchos de ellos y sus respectivos alternos.
¿Alguien ha visto alguna diferencia mínima en el quehacer legislativo entre los actuales y los anteriores salvadores de la patria? Ninguna.
Nada ha cambiado señores. Lo común es como siempre, verlos cabildeando, maquinando, calculando, haciendo mayorías y minorías fatuas, chantajeando, quemando tiempo, faltando a las sesiones, insultando al opositor, haciendo declaraciones a veces impresentables, con contenidos vacuos que a veces irritan por la desvergüenza de ciertas expresiones, muchos de ellos con una capacidad limitada inclusive en su léxico para expresarse ante los medios de comunicación. A todo este descalabro, súmense los jugosos sueldos que ellos mismos se imponen sin objeción alguna.
Con pocas excepciones, a todos aquellos/as les va muy bien lo que dice Serrat en una de sus canciones…. “Hombres de paja que usan la colonia y el honor… para ocultar oscuras intenciones”.