Una de las faltas más graves de la sociedad es no aprender de la historia política y menos aún de la estadística. Universidades, medios de comunicación y una infinidad de estudios día a día nos proveen de alertas sobre los sucesos que están afectando o han afectado al mundo, pero preferimos simplemente hacer caso omiso de los resultados, pues mal o bien estamos acostumbrados a la vida que tenemos y siempre actuamos por conveniencia. Es así como sistemas políticos que han acabado con países enteros y han destrozado la vida de la mayoría de sus ciudadanos, simplemente resurgen en otros, utilizando las mismas estrategias que datan desde el principio de la política moderna y que muy bien han sido documentadas por eruditos como Hobbes, Rousseau y Maquiavelo.
Partiendo desde el punto que un presidente nunca puede gobernar regido por su pasión y que imperativamente lo debe hacer con el pensamiento, utilizando si es posible el método Cartesiano, podemos comparar a presidentes y países de todo el mundo dándonos cuenta que las diferencias son abismales. Por ejemplo en países donde rige el socialismo totalitario (enmascarado en una social democracia) existen resentimientos infinitos que siempre coartarán la libertad de muchos de sus habitantes, provocando el resquebrajamiento de la sociedad y su consecuente caída. En otras palabras, mientras no nos demos el tiempo de hojear la historia política y no hagamos caso a la estadística como medios de discernimiento, seguiremos teniendo los gobiernos que muy bien nos merecemos.