No recuerdo bien. Él, ahora aprendiz de insultador, ¿no fue uno de los que, sonrisa en cara, saludó al Papa?
“Insolente recadero de la derecha” fue el epíteto con el que se calificó a una persona. Prescindo por el momento de si el “insolente” es autoridad civil o eclesial, me fijo en el hecho de que es una persona y por eso merece el mismo respeto que el insultador exige para su gobierno y sus planes.
Rechazo los insultos vengan de donde vengan y más aún si el único “pecado” del “insolente” ha sido opinar como ciudadano. ¿O prefieren que nadie moleste y que el sacerdote, sea quien sea, permanezca calladito frente a la injusticia y cometiendo el pecado de ser “cura de misa y de olla”?
Una observación final. Luego del insulto se nota como el mencionado funcionario esperaba, con sonrisa burlona, los aplausos y risas que se le brinda a su jefe cuando insulta, pero los que tenía al frente no eran borregos, eran periodistas que con mirada imparcial no secundaron las mofas y, visto que nadie secundaba la burla, continuó con sus declaraciones.