Nos dice Aristóteles que la virtud de la gratitud no solo es muy escasa, sino que tiene además, el defecto de envejecer prematuramente. A unos pocos colombianos les puede parecer que es cosa de un pasado remoto la generosidad del Estado ecuatoriano. ¡No!
El Ecuador no solamente fue, sino que continua siendo magnánimo hoy día, al conceder asilo a más de 53 000 refugiados, pese al desaguisado cometido por el Gobierno colombiano en 2008. Decenas de miles más, esperan recibir tal estatus.
Muy tonificante y fraternal fue el editorial de EL COMERCIO del 14 de septiembre para quienes integramos la colonia colombiana y en especial, para los refugiados. El citado editorial es objetivo, honesto y sincero al reconocer que el colombiano se siente en ciertos ámbitos discriminado e insta a cambiar de actitud a quienes están en contacto con desplazados.
La mejor respuesta que debemos dar todos los colombianos ante tanta bondad, es el estricto cumplimiento de las leyes que rigen a la Nación ecuatoriana, que tan generosamente nos ha acogido. A su vez, es justo por mil razones que el Estado colombiano dé el debido aporte económico, para aliviar la carga que el Ecuador por motivos fraternales y humanitarios, se ha puesto sobre sus hombros para dar el amparo de su impoluto Escudo, a tanto refugiado .
A causa de los problemas internos de Colombia, es innegable que el Ecuador ha sido siempre el paño donde ella, ha enjugado sus lágrimas, pese a que limita con cuatro países más. Negarlo, sería una crasa ignorancia y una condenable ingratitud.
Por lo tanto, gracias a ustedes, nobles hermanos ecuatorianos, gracias señor Presidente, gracias señores de EL COMERCIO. Sepan que los colombianos no dejaremos que la gratitud envejezca en nuestros corazones ¡pues ella será eterna!