Tuve la oportunidad de vivir por dentro la fiesta del Inti Raymi -convertida en la del patrono católico San Juan- del presente año en la parroquia Cotogchoa, cantón Rumiñahui. Quedé sorprendido; lo que parecía una fiesta más, en realidad es la manifestación de toda una comunidad que conserva sus tradiciones con celo.
Los priostes del año asumen el compromiso y se distribuyen la organización de los diferentes actos; hay guiadores para las “chamizas”, los “bailarines”, los juegos pirotécnicos, la banda de pueblo, los palos ensebados y otros. El designado -o “cogido”, como se llama- no solo se compromete, sino que se siente honrado y es el encargado de seguir “cogiendo” a otras personas de la comunidad para cumplir con los eventos festivos; concretándose, con un efecto multiplicador, la participación activa de toda la parroquia.
Llegada la fecha es de resaltar los preparativos, en los que se encuentra a los parientes y amigos en intensa y voluntaria actividad para brindar a los asistentes comodidad física y comidas típicas: cuy, gallina, chancho hornado, mote, papa, la infaltable chicha de jora y más. La víspera deben llegar a la plaza los protagonistas de la fiesta, describo a la comisión que al mediodía, aprovisionada con aguardiente y anunciándose con “voladores”, emprende la travesía para subir al barrio Patahua -en los páramos del Pasochoa- para traer al guiador de las chamizas, quien los espera junto a los disfrazados (vaca loca, diablo huma, caballeros, mono travieso, capariches, etc.) y los acompañantes portando chamizas y adornos en sus espaldas o en carros, motocicletas, caballos.
Se agasaja con platos típicos, la chicha y el traguito y se arma un pequeño baile antes de emprender la caminata con buen ánimo festivo. El ingreso se coordina de tal forma que todos los grupos, bailando al son del tambor y el pingullo, lleguen y se inicie el espectáculo de gran colorido.
Lo valioso de esta organización está en la actitud del pueblo que trabaja voluntariamente por una causa común, así como la conservación casi intacta de las tradicionales vestimentas que representan a los personajes de la zona y la buena voluntad y amabilidad de los anfitriones para con los muchos visitantes. No faltarían requisitos para que se declare a estas fiestas como patrimonio cultural intangible del Ecuador.