En este año, con casi 40 días de diferencia, se cumplen cien años de los asesinatos despiadados de dos figuras simbólicas de la historia ecuatoriana: los generales Eloy Alfaro y Julio Andrade. Del general Andrade se conoció inmediatamente al autor intelectual del crimen. Nunca fue juzgado en la época por quienes debieron consiguiendo su ambición política el fin que pretendía: la más alta autoridad del Estado.
Pero mientras su acción lleva su nombre como deshonra, quedó en las crónicas, anales y documentos de la vida nacional, la memoria de su víctima como un hombre íntegro en todos los campos ejercidos y, en las actividades militares, como una “espada sin mancha” que pasó con honor por los combates que enfrentó.