Uno de los más graves errores que cometieron las anteriores autoridades educativas fue la orden de supresión de miles de escuelas rurales, las mismas que, en su mayor parte, se encontraban en los más remotos confines de la geografía nacional. Posiblemente dichas autoridades no conocían que las escuelas rurales, a más de formar a los ecuatorianos más pobres, se constituían en el centro social y cultural de las comunidades, a las que llegan pocos servicios del Estado. Hace bien el Ministro Luna en restituir el derecho a la educación de los sectores más vulnerables del país. Pero, han surgido voces contrarias. A ellos hay que decirles que muy cerca del Ecuador funciona una de las más interesantes experiencias educativas de reconocimiento mundial, se llama: “Escuela Nueva de Colombia”, es un programa auspiciado por el Ministerio de Educación, la Federación Nacional de Cafeteros y las comunidades locales. Son pequeñas escuelas multigrado, en las que los profesores son entrenados para el manejo simultáneo de dos o tres grupos reducidos de estudiantes; trabajan con guías de auto instrucción, pero, además, se preocupan por el desarrollo de valores, en particular de la democracia; el personero, que es un niño de diez u once años, toma decisiones sobre algunos aspectos. Las escuelas funcionan a tiempo completo y dedican las tardes a proyectos de emprendimiento, como cultivo de huertos, cría de animales menores, artesanías, entre otros.