Desde el legendario Homero, pasando por Leonardo Da Vinci hasta llegar a nuestro vecino Neruda, todos los pintores y poetas encontraron más profundidad en las miradas que en las sonrisas, más expresividad en las pestañas que en los labios, más autenticidad en las pupilas que en las comisuras; más señales en el iris que en el aliento; sino preguntémosle a la célebre Mona Lisa, o a su genio, que extrayendo los ingredientes de aquel ocular paisaje con un halo de misterio la pintó. ¿ Acaso en el teatro de nuestras actuadas vidas antes que irrumpiera ese silencioso actor, no escuchábamos a menudo decir… , “clavó la mirada” , “sus ojos no mienten” ,”bajó la vista” , “sus ojos se encendieron” , “sus ojos brillan” ; o “sus ojos la delatan” ?… ; entonces, si estos órganos operaban con ese elocuente lenguaje antes de la pandemia, con mayor razón lo harán ahora, donde se han transformado en los protagonistas de las relaciones sociales entre humanos portadores de mascarillas; y es que estos luminosos sentidos como si fuesen partes esenciales de un sofisticado engranaje, han sido colocados no sin divino criterio en nuestro ser para que sean,… Los escaparates del alma, mientras que las piezas que dan forma a las sonrisas, y que Dios las atornilló sin prolijidad y superficialmente en esa misma máquina pensante, no han pasado de ser apenas, … las vitrinas del cuerpo.