Es injustificable en pleno siglo XXI el constante desprecio y maltrato a la mujer. L o nuestro es ancestral pues se remonta a 500 años atrás en la época en que pueblos y sociedades patriarcales –por no decir machistas- impusieron sus códigos al género femenino.
Se podría suponer por la distancia del tiempo que la cobarde e injusta decisión hubiera terminado o reducida su práctica a mínimas cuotas de “varones”, pero no es así. Ahora incluso altas autoridades públicamente manifiestan su desprecio a la mujer. Los estudios y estadísticas nos dicen que aquí, y en toda Latinoamérica, el sexo débil es agredido, esclavizado, violado, asesinado. Ni siquiera existen leyes justas que repriman con dureza a los actores.
Lo grave del caso es la falta de una conciencia cívica para frenar el abuso. Con excepción de la prensa, EL COMERCIO, por ejemplo, no ha habido el rechazo masivo de organizaciones de defensa de la mujer, de derechos humanos, de la Iglesia, universidades y, en fin, de la propia sociedad donde el 50% es compuesta por mujeres. ¿Equidad de Género?, si no hay participación global no se logrará jamás. Los “machos” que imponen su estilo agresivo por poder y fuerza continuarán con su psicosis olvidando que nacieron. . . de una mujer.