El epicentro de la corrupción está en la contratación pública y de ésta, en la construcción de la obra pública, en donde hay tres puertas abiertas para entrar a esta macabra práctica: sobre precios, contratos complementarios y, anticipo de obra; la primera debe cerrarse en la etapa de evaluación de ofertas y/o antes de iniciar la construcción mediante la gestión de fiscalización; la segunda está parcialmente cerrada con la actualización de los arts. 85 a 89 de la Losncp; pero la tercera puerta que es la más ancha y de vaivén sigue abierta, es por donde entra y sale con facilidad el osado oferente buscando la adjudicación del contrato a cambio de un “cariñito” para el servidor público que con gusto prepara el terreno para que eso se produzca (del mismo cuero salen las correas); esta es la razón para que el oferente adjudicado (contratista) haga mal uso del anticipo de obra. El hospital de Pedernales no es la excepción, es la regla, desgraciadamente es práctica común en la contratación de la obra pública, donde pierde el Erario Nacional y sin saber se perjudica también el mismo contratista, porque al inicio de la obra con lo que le queda del anticipo tiene bonanza económica y, en la segunda mitad del plazo experimenta fuerte penuria financiera (pan para ahora y hambre para mañana), el valor de las planillas disminuido por la amortización del anticipo no cubre los gastos de operación, mientras mayor es el anticipo mayor es la penuria, esta falta de liquidez le lleva al contratista a la desesperación y toma el atajo más fácil, bajar la calidad de la obra, incumplir el plazo y, perjudicar a los proveedores. Ante esta penosa realidad, es urgente cerrar la puerta del anticipo de obra mediante su eliminación en la cláusula contractual “forma de pago” y, borrar la frase anticipo de obra en todos los artículos de la Losncp.
La eliminación el anticipo de obra, no solo que disminuirá la corrupción, sino, también aliviará el maltrecho presupuesto del Estado.