Lo que nadie debería aceptar es que en Venezuela haya hoy más pobres y que estos dejen el país en forma masiva. En todas partes una situación así sería responsabilidad del gobierno. No obstante, allá el Presidente alega que hay una guerra económica y que los culpables de la crisis son los capitalistas.
Aquel es un régimen autoritario de origen popular, que ha ganado elecciones dentro de un contexto pluralista. La estructura gobernante no necesita hacer fraude en el conteo de los votos porque le basta con manipular la abstención y asegurar una clientela política, en parte lavada el cerebro, en parte agradecida por las dádivas del régimen. El ventajismo electoral del gobierno es escandaloso, pero el descontento es tal que sólo el llamado a la abstención permitió a Maduro ganar con 6.000.000 de votos.
Así se ve claro que la oposición venezolana ha errado la estrategia. El régimen la ha llevado a buscar salidas anti-democráticas, como el golpe de Estado o la intervención foránea, y mientras más se coloca ella en ese camino, más posibilidades tiene Maduro de mantenerse en el poder. Entonces, a mayor injerencia, más se justifica el discurso anti-imperialista y supuestamente democrático. También los EE.UU., la Unión Europea, el grupo de Lima y la OEA juegan a favor del chavismo sin querer. La postura correcta de un Estado extranjero es la neutralidad.
Por estas razones, quisiera que el Presidente Moreno no ceda a presiones y mantenga su posición ponderada y serena respecto a Venezuela. Es vergonzosa la persecución que sufre la canciller Espinosa. Cegados por prejuicios, pretenden eludir el hecho de que ella fue la principal asesora de Lenín en la etapa electoral. Como es obvio, él la apoya para que presida la Asamblea General de la ONU. En verdad no importa tanto la persona como el orgullo de que el Ecuador vuelva a presidir ese órgano internacional después de tantos años. Pues bien, impedirlo de manera mezquina y sectaria, es lo que busca la campaña inclemente contra la Canciller.