También conocidos como ayudas, donaciones, dádivas, subsidios, limosnas. Existen desde la antigüedad y persistieron apoyadas por las Iglesias, las monarquías, las fundaciones y muchos etc. Los principios básicos fueron la solidaridad, apoyo a causas o metas solicitadas o exigidas a la comunidad, a los creyentes o a simples ciudadanos contribuyentes.
En el campo de la política el matiz cambia diametralmente. Entregas algo para recibir algo, inviertes para obtener réditos.
Las intenciones del que da y del que recibe están reñidas con la ética pública, y si el que ofrece comete abuso de autoridad ya puede llamarse conducta delictiva.
La argucia y la hipocresía los cobija a los autores de estas aventureros convenios y coordinan sus alianzas aprobados por la ley. Es más, se bautizan como activistas, fundadores o emprendedores de un supuesto partido político. Así permanecen solapados medrando del erario nacional, con obligaciones que no cumplen porque están ausentes o enfermos y hasta fallecidos. No se compadecen del trabajo encomendado por sus electores y disfrutan de viajes, viviendas, secretarías, choferes que nunca tuvieron con fruto de un trabajo honesto. A cambio de todo ello tienen que cumplir con los diezmos mensuales que le impuso el contratante, que significa simplemente el deducible del malhadado pacto. Cuando sale a la luz esta basura buscan apoyo en coidearios, pero finalmente huyen con la etiqueta de “perseguidos políticos” hasta que se aquieten las aguas y la comunidad olvide sus fechorías. Es oportuno felicitar y apoyar al Ejecutivo por la gallarda limpieza pero a la vez recomendarle que escoja con acierto el bisturí, las pinzas, las tijeras, para que la cirugía sea totalmente limpia.
Guillermo Álvarez