El Teatro Nacional Sucre nos puso de pie para aplaudir. ¡Imposible no rendir así homenaje de apreciación a la magnífica ópera que nos brindó!
Gran relato, gran música mariachi, gran trabajo de todos los que la hicieron posible. Con el alma estremecida de emociones nos sumergimos en el escenario y al igual que Laurentino fuimos migrantes que cruzamos la cara de la luna dejando atrás un hogar al que ya no pudimos volver, cual mariposas monarca morimos un poco con Renata en el desierto.
Una hermosa, musical, épica y conmovedora historia que inspiró a la que, a la par, se desarrollaba en el auditorio: un padre que también cruzaba por un momento al otro lado de la luna y enternecido hacia lo impensado, tomar de la mano a su esposa y a su hija.