Después de marcar con la letra D las casas de refugiados colombianos para demolerlas, luego de propiciar el retorno de más de 15 000 personas hacia Colombia y la deportación de
1 096 colombianos (cifras de Naciones Unidas); el pedido de ayuda del Presidente de Venezuela al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, a fin de detener el éxodo de colombianos a Venezuela, presenta a Maduro como un mentiroso.
Vieja triquiñuela de los políticos esto de culpar a los extranjeros y avivar el sentimiento nacionalista para intentar salir del atolladero al que han llevado al país. Las acciones de Maduro le han valido el repudio internacional, excepción hecha, claro está, del apoyo incondicional que le brindan los países de la Alba.
Gobiernos como el nuestro, que habían guardado un silencio cómplice frente a los atropellos del Gobierno bolivariano, se alinearon con la causa venezolana en la OEA. Ecuador, Bolivia, Haití y Nicaragua votaron junto a Venezuela en contra de la reunión de cancilleres para abordar la crisis humanitaria provocada por Venezuela.
Vergonzosa la postura de la Cancillería ecuatoriana que, con su decisión, privilegió factores ideológicos y políticos antes que humanitarios. ¿Dónde quedó el famoso enunciado de la Patria grande de Bolívar? Solo en palabras huecas que adornan los interminables discursos de los líderes progresistas de la región. Para la historia quedará la letra D como demoledora deshonra para los perpetradores de esta infamia.