He leído recientemente el anuncio del Banco Central que establece que el Ecuador creció, en el 2017, un 3 % del Producto Interno Bruto. Extraño análisis para quienes no somos economistas, pero que palpamos la realidad y analizamos las situaciones de manera global.
Por supuesto que este anuncio sirvió de sustento para que con su verborrea el ex presidente salga a alardear que esto se debió a “su” gestión económica.
Ya son algunas voces que han salido a comentar que parte de ese crecimiento se logró gracias a la inyección de circulante del gobierno anterior, y quizás también a la firma del acuerdo de comercio con la Unión Europea. Primero veamos con transparencia de dónde salieron los fondos que inyectaron liquidez y empujaron el “crecimiento”.
La inyección de circulante en el país se originó en un crecimiento inmisericorde de deuda externa, pactada a intereses usurarios, y, lo que es más lamentable, a cambio de ceder soberanía sobre aspectos tan vitales para la economía, como es la de la generación de empleo: se permitió, en muchos casos la ejecución de obras con profesionales extranjeros y también con obreros extranjeros.
Estas deudas, según declaraciones de las autoridades actuales, significa nada más y nada menos que la necesidad de desembolsar, sin beneficio inmediato pues los fondos ya se gastaron y en se despilfarraron, ¡nada más y nada menos que el 10 % del Producto Interno Bruto!