La tradición hispana manda a entregar a los académicos como parte de su indumentaria, no solo un birrete como símbolo de prestigio, sino unos guantes blancos. Al dárselos se dice: “tómalos como símbolo de la pureza que deben mantener tus manos al desempeñar tu trabajo”. En la tradición ecuatoriana, los académicos seguramente tienen birrete, pero se quitan sus guantes, para trabajar como políticos. Si antes, para lograr, acorde a sus afinidades políticas, la solución de descorreizar el Cpccs, desoyendo su propia Ciencia, legitimaban una consulta popular; hoy, a espaldas incluso de la lógica, sugieren una enmienda constitucional como fórmula para librarnos de la trampa del Cpccs. Para ellos, según se escribe en una columna reciente de El Telégrafo, la Constitución no excluiría esa posibilidad cuando prohíbe enmendar su texto para restringir derechos (art. 441); sin embargo, para un ciudadano de medianas luces, lo hace, pues al eliminar el Cpccs se privaría del organismo que “promoverá e incentivará el ejercicio de los derechos relativos a la participación ciudadana” (art. 207). Ese es el paradójico razonamiento de los ayer académicos ecuatorianos, y hoy huestes políticas rivales del correísmo, que ayer daban la solución y hoy ponen la trampa. La pregunta lógica es ¿para quién lo hacen?