La corrupción es una mezcla de egoísmo y estupidez. Lo que también se puede entender como egoísmo definitivo o llevado hasta sus últimas consecuencias. Se trata de un comportamiento narcisista, en el que cada acción gira en torno a su autor: el corrupto hace todo para su propio beneficio. Y aunque en ocasiones también se lucren sus allegados, el centro sigue siendo él mismo, en lo que podría denominarse un egoísmo extendido o de brazos abiertos. Es el mismo corrupto quien permite a sus conocidos que saquen provecho, es él quien les provee una licencia para robar. Después de todo, si la esposa o el hijo se enriquecen, ellos también lo hacen o, si no, por lo menos tienen a alguien a quien acudir en caso de necesitar ayuda.
El corrupto es egoísta. Pero, muchas veces, también es estúpido, porque no logra comprender que cualquier obra a favor del país en el que vive es algo de lo que él también se beneficia, o que cualquier daño hecho al país también lo perjudica a él. Si arregla carreteras, va a poder transitar sin temor a que su carro se averíe. Si invierte en educación (no solo en enseñanza, sino en educación integral), va a tener personal mejor capacitado para desempeñar las funciones en sus empresas, tanto privadas como públicas. Si mejora el sistema de salud, va a ser capaz de acceder a una atención de calidad cuando se enferme (hasta el más tonto sabe que se va a enfermar alguna vez). Si se dedica a disminuir la brecha entre clases sociales (no abajando a los ricos, sino generando oportunidades para todos), va a reducirse la delincuencia y entonces las personas van a poder recorrer su propia tierra libres del temor a ser agredidos. Si procura que todas sus acciones sirvan para levantar al país en todas sus facetas, va a disminuir la desigualdad social, dando paso a mejores posibilidades para un país más justo. Si el país se beneficia, cada ciudadano lo hace. Incluso el corrupto. ¿Egoísmo definitivo o estupidez egoísta? Si no pueden ser generosos y obrar por el prójimo sin esperar algo a cambio, al menos procuren ser egoístas de brazos abiertos al país en el que habitan.