Las carreteras en nuestro país han sido objeto de innumerables cambios tendientes a mejorarlas. Recuerdo, por ejemplo, la Panamericana sur, angosta y empedrada, en la cual una velocidad de 60 km/hora era algo extraordinario y permitía llegar a Latacunga en un tiempo increíble de dos o dos horas y media. Hoy en día, el país cuenta con carreteras de primer orden, de cuatro o seis carriles según el sector, superficie de concreto y una magnifica señalización. Estas características, las cuales el Gobierno con justa razón las da a conocer con intensa propaganda, sencillamente invitan a la velocidad de la que conductores inaprensivos abusan imprimiendo a sus modernos vehículos tanto particulares como de servicio público, velocidades supersónicas con el consiguiente peligro, habiéndose producido ya fatales accidentes, la Policía está controlándola con dispositivos electrónicos recientemente adquiridos. Si se producen excesos de velocidad, también están produciéndose excesos de control, pues hay conductores que se sienten perjudicados con estos controles, pues se ha fijado un solo límite de velocidad para toda una carretera y en los sectores en los que no se justifica la velocidad establecida, la exceden produciéndose el problema de control. Los límites de velocidad deben fijarse según los sectores por los que atraviesa la vía, ya que no todos son iguales A manera de ejemplo, la Panamericana Sur podría dividirse en secciones con límites de velocidad acordes con sus propias características: avenida Simón Bolívar, Tambillo, Machachi, Lasso, Latacunga, obviamente cada sector con su respectiva señalización que indique el límite establecido.