Los países se deben forjar en democracia; Winston Churchill tenía razón, cuando expresaba, que la democracia es un sistema imperfecto, pero nadie ha sido capaz de idear otro mejor. Por ende las democracias no pueden ni deben ser débiles, hay que respetar la voluntad del pueblo ecuatoriano, plasmada en el sufragio del domingo 11 de abril, donde eligió como su presidente a Guillermo Lasso Mendoza.
Más que intentar comprimir la realidad en los límites deformantes de simples escritos, me proponía modestamente reflejar la lamentable variedad de los problemas económicos, que van desde el desempleo, bajo crecimiento económico, no solo por el mal manejo de la cosa pública del actual Gobierno, sino también por la terrible pandemia que azota al mundo.
Dado que para reducir las desigualdades de situación y oportunidades es preciso la intervención del Estado, no es menos cierto que para que un país crezca económicamente, debe de participar también el sector privado. Cabría decir que lo que más se valora, es una sociedad democrática libre, pero sin poner en duda la presencia conjunta de Estado y mercado.
En estos momentos la vía media puede ser la más dura, pero podría ser la única valida; por muy buenas intenciones que albergue, la política económica extremista es enemiga de la democracia y por tanto de los políticos, el nuevo gobierno deberá realizar desplazamientos graduales, hacia la derecha o a la izquierda cuando sea preciso, en un sistema constitucional hay que aceptar los cambios que procedan de un gobierno de la mayoría aunque resulten poco deseables a nivel personal, solo el progreso acalla el descontento.
Las verdades de la economía no pueden encerrarse ni siquiera en cien leyes. Pero en algún lugar de las tablas sagradas aparecerá escrita esta verdad: “No des al mercado lo que no es del mercado”.
Aprendimos que, el pueblo no tiene por qué sacrificar sus libertades para lograr una mejor hogaza de pan o una esperanza de vida más alta, de que llevar la idea de un individuo al límite puede crear una monstruosidad. Lo que a mí me preocupa es la creación de fuentes de empleo, no la expansión del poder del mercado. El que disminuya la desigualdad de oportunidades y mejoren las condiciones de los ciudadanos nos importa más, que el cumplimiento de planes anuales o de ideologías personales. Estaremos apoyando con planteamientos y críticas para enrumbar al país hacia las sendas del progreso y de oportunidades para todos; ya que no existen hombres perfectos sino intensiones perfectas. Pero eso si el camino no será fácil, hoy más que nunca el bien común debe primar sobre el bien individual solo queda desear el mejor de los augurios al presidente electo.