Nunca dejo de leer la columna de mi colega Pablo Cuvi, a quien considero como un autor bien formado e informado. No obstante, como cualquiera, Cuvi también puede equivocarse. En su artículo del sábado 21 de marzo atribuyó al padre Juan Bautista Aguirre (dauleño) dos obras que fueron escritas por el padre Juan de Velasco (riobambeño). Los dos fueron jesuitas y padecieron el destierro decretado por Carlos III en 1767; pero Velasco lo pasó en Faenza y Aguirre en Roma.
Velasco fue quien escribió la “Historia del Reyno de Quito y de la Compañía de Jesús en la Provincia del mismo Reyno”, y reunió las producciones poéticas de sus compañeros de exilio llegados de toda América en un libro titulado “Colección de poesías varias hecha por un ocioso en la ciudad de Faenza”. Son cinco gruesos volúmenes de los cuales solo se ha publicado la parte correspondiente a los jesuitas de la Audiencia de Quito.
Aguirre introdujo el estudio de la filosofía moderna en la Universidad de San Gregorio, y en su juventud produjo también composiciones poéticas notables. Entre ellas figuran la famosa “Carta a Lizardo”, un largo poema sobre Ignacio de Loyola, un poemita jocoso sobre Quito y Guayaquil, y sonetos sobre la breve vida de una rosa. Su obra poética completa fue descubierta por Gonzalo Zaldumbide luego de veinte años de buscarla en bibliotecas del Vaticano, de París y Buenos Aires. Pero sobre todo, Aguirre fue filósofo, tuvo fama de teólogo y fue consultor de cardenales.
Valga la ocasión para preguntarnos por qué nuestra historia pre-republicana es tan poco conocida. ¿Problemas de enseñanza solamente?