La población ecuatoriana se encuentra atónita, confundida, frustrada, con una disposición psicológica de sentimientos reprimidos que puede alterar el comportamiento. La razón radica en la mala administración de la república por los escándalos que se denuncian cada día y no se vislumbra, ni a largo plazo, un futuro esperanzador.
Se han desprestigiado todos los sectores de la sociedad. Las funciones del Estado; instituciones como fuerzas armadas, partidos políticos, iglesia, policía; los sistemas educativo, de salud, deportivo han sido víctimas de la más vil descomposición. Se ha perdido el norte y los objetivos de la patria. Hay una quiebra completa de valores; las virtudes orientadoras del quehacer personal han sido pospuestas por el crimen, la mentira, el robo. Recursos humanos improvisados muestran niveles bajísimos de educación e instrucción en todo el ámbito del saber. Se interpreta equivocada e interesadamente el significado y práctica de democracia; esta forma de gobierno tiene como fundamento la participación de los ciudadanos, quienes deben ser personas distinguidas y plenas de civismo. Estas causas, entre otras, explican la postración moral y material del país.
Impensable e inaudito que la corrupción y la violencia se hayan entronizado en el ejercicio de la actividad pública por la imposición y el abuso, por la avidez de remuneraciones ilegales e inmorales, por la deslealtad e infidelidad en el cumplimiento de los deberes. Estas acciones han suscitado el rechazo, la incredibilidad y la desconfianza de la sociedad en el desempeño de quienes están facultados para trabajar por el bien de la nación.