Los revolucionarios cumplieron la oferta de pagar la cuantiosa deuda del Estado al IESS pero reduciéndola escandalosamente.
La propaganda oficial promocionó tan buen gesto como histórico. Preocupados porque el IESS tenía recursos “improductivos” le calzaron millones en bonos.
Eliminaron las madrugadas de los afiliados comprando servicios privados, parte de los cuales bien podía ofrecer la institución mejorando su gestión. Incrementaron la atención para los hijos de los afiliados de 1 a 6 años sin ampliar la infraestructura y sin un solo dólar de aporte.
Posteriormente, en iguales condiciones, se trasladó al IESS la responsabilidad del Estado para atender a los adolescentes y en varios lustros no se ha modificado la exigua cuota que el campesinado paga para la atención médica de toda la familia.
El país ha agradecido la solidaridad de la RC con dinero ajeno, pero pocos conocen que los afiliados y jubilados realizan un cruel peregrinaje en busca de atención porque la demanda supera a la oferta.
Para demostrar que se actuaba con mano dura en beneficio del IESS, se recortó la jubilación patronal de sus exempleados y los revolucionarios aplaudieron la eliminación de los “privilegios de la burocracia dorada”.
Para disimular una crisis inexistente borraron de un plumazo el pago del 40% al fondo de pensiones jubilares y durante ocho años mantuvieron un silencio sepulcral frente a las denuncias de corrupción perpetradas por altos funcionarios en la compra de costosos equipos.
Enojados los compadres, ahora se acuerdan que hay cuentas pendientes. Desfinanciado el fondo de salud pretenden financiarlo con el de pensiones, sin comprender que para incrementar cualquiera de las prestaciones del IESS, el sentido común obliga a realizar primero los estudios pertinentes y a contar con los fondos suficientes. Sorprende, entonces, que en estos días los prestadores privados amenacen con suspender sus servicios por falta de pago. El IESS debe recuperar su autonomía.