En uno de los fines de semana pasados, estuve en una reunión social en la que tuve la oportunidad de escuchar, entre otros, los siguientes relatos:
Uno de los amigos presentes, rector de un colegio ‘privado’, nos contaba que alrededor del 10% de su alumnado simplemente no paga las pensiones. Y que cuando tratan de presionar de alguna manera el pago de las mismas, algunos de los padres de familia acuden a denunciar al Ministerio de Educación ese “atrevimiento”.
Luego, otro amigo, un joven profesional y emprendedor, descubrió a uno de sus colaboradores perjudicándole a él y a su pequeña empresa. El resultado: una ‘imparcial’ jueza de Trabajo le obligó a pagar una inmensa liquidación al “honrado” trabajador, comprometiendo las finanzas personales y del negocio del pequeño empresario, que tuvo que endeudarse para pagar. ¡Otra vez, que viva la impunidad!
Otra conocida, una expartidaria de la revolución, nos contaba que por una deuda de su exesposo, con quien tenía separación de bienes desde hace muchos años, llegaron a su puerta unos valientes y diligentes funcionarios a notificarle que tenía que desocupar su casa, que quedaba embargada porque de acuerdo a la funcionaria a cargo presumía que ese bien se había adquirido con plata que algún momento produjo el exesposo deudor. El bien fue rematado habiéndolo adquirido, qué “coincidencia”, un hermano de la funcionaria a una fracción del valor real.
Otro caso es el de una hermana mía, que contaba que en época de transparencia y justicia social, lleva más de un año esperando que avance su juicio laboral por despido intempestivo (por falta de pago de sueldos durante varios meses por parte de sus exempleadores). Pero los jueces, extrañamente, no atinan qué hacer con los derechos de mi hermana y varios colaboradores más.
Mi hijo perdió tres puntos de la licencia y tiene una multa por mal estacionamiento en un sitio que jamás estuvo ese día.
¡Defenderse le cuesta tiempo y más dinero! Frustra ver que esta maldición de ya casi 9 años nos ha llenado de oropeles y elefantes blancos y no de justicia para todos y no solo para su clientela política.