En el último enlace sabatino desde la Asamblea Nacional, anunciado como informe a la Nación, se invocó a los jóvenes para que no permitan el regreso del pasado…y es cierto. Pero el mensaje está incompleto, falta también exhortar para que luchen por su futuro, para que cuando sean viejos tengan pensiones justas y oportunas, una atención médica amable y de calidad, una institución que asegure su bienestar. Hoy, se ha esfumado esa posibilidad.
Hace poco nomás, se puso una bomba de tiempo a las bases de la estructura financiera del Seguro Social, al haberse eliminado más de mil millones anuales por el 40% al fondo de jubilación, que establecía la Ley desde 1942. Sin estudio alguno, se amplió la cobertura de salud y, sin embargo, con convenios firmados, el Gobierno desconoció el pago de 1 800 millones por este concepto.
Con servilismo inaudito se crean leyes y modifican resoluciones dudosas para permitir que el capital ahorrado por los trabajadores se convierta en una fuente de financiamiento del Presupuesto del Estado, sin considerar el riesgo y la iliquidez fiscal. Al parecer, el Gobierno mantenía una deuda con el IESS de algo más de 8 000 millones; pero, hace apenas dos meses, se concedió y renovó 360 millones con el 2% de rendimiento; y, en cambio, a los dueños del dinero, se les pone trabas y cupos para acceder a los préstamos subiendo los intereses hasta un 11,07%.
Debido a los miles de ecuatorianos que no tienen trabajo, se ofrece un seguro para mitigar su desgracia, financiado con el 1% descontado del fondo de cesantía. Desesperados por capitalizar más dinero, las autoridades del IESS subastan a su inmueble patrimonial: el Hotel Quito. En la zona más costosa de la ciudad, se lo vende en apenas 30 millones y, rapidito, ya se ha cobrado un millón de anticipo. La posible quiebra del Seguro Social tiene nombres y apellidos, y todos los involucrados deberán pagar por esta tragedia de la patria.