Aquel “glorioso almuerzo”, según emocionada descripción de uno de los asistentes, ocasionó revuelo y muchos comentarios. Maravilloso fue para los cientos de invitados que el Presidente tenga obsesión por cantar y que Bosé vino al Ecuador, ocasión perfecta para organizar el evento, pagado con dinero de los mandantes, en el que se degustaron finos manjares y licores y de postre, cantata a capela.
Mientras tanto, los ciudadanos de a pie nos asombramos de esta burlona bofetada a la realidad del país. No hay dinero para proveedores, municipios, universidades, medicinas, pero sí lo hay a manos llenas para las aficiones presidenciales. Para sus cantos y guitarreadas no existe la palabra austeridad, ni en el país ni fuera de él. Pensándolo bien, talvez convenía quedarnos con el ‘Loco que ama’, quien no pasaba de Los Iracundos y montaba tarimas para cantar en la calle.