Francamente no recuerdo cómo se dio el encuentro con Javier Ponce en París. En realidad, se conocía poetas, pintores, músicos y escritores como conocer los árboles frutales, ríos, pájaros e insectos de una hermosa finca. Lo cronológico marca una aproximación a los años 1975 o 1976. Yo estudiaba letras en Nanterre, Paris XI. Javier vivía, amaba y escribía e, igual que todos los poetas, creábamos. Yo era un conocido, no su amigo. Sin embargo, su intuición le llevó a pensar que yo podía ayudarle, facilitándole una habitación. Su intuición fue acertada. Además, le conseguí un trabajo. Esto nos permitió conversar un poco más y de vez en cuando intercambiar puntos de vista sobre poesía y otros tópicos, entre ellos la política. De vuelta al Ecuador, Javier era un destacado columnista del diario Hoy, además había publicado libros. Gozaba de prestigio, tal es así que prologó un libro de Diego Oquendo. Un día lo encontré en una feria del libro. No era el cordial amigo que conocí, sino el apresurado intelectual a quien por curiosidad saqué una respuesta política, pues se acercaban las elecciones: ¿Y con quien estás, Javier? “Con Lucio, Fernando”. Todos sabemos lo que pasó con Gutiérrez. Ahora con motivo de este congreso de Agricultura lo veo a Javier. Está muy bien, con la serenidad de siempre. Se ha paseado por unas cuantas carteras públicas, como si nada. En París, creo que se graduó de estratega; debe haber digerido bien a Fouchet, pues desacreditó a los militares y fue su ministro, tuvo militancia de izquierda y es un alto cuadro de un gobierno compulsivo que a toda costa pretende servir a los “desposeídos”. Javier cree en el horóscopo chino. No quiero decir el animal que le encaja, pues podría parecer insulto. Para terminar, utilizo las palabras del mexicano Nervo en su libro ‘Plenitud’: “Y ante aquellas cosas, aquellos seres y aquellos fenómenos con los cuales no quepa el beneficio seré paciente”.