El respeto a lo que cada quien desea hacer
Qué difícil resulta en nuestra convivencia familiar, respetar lo que cada quien desea hacer; es decir, permitir que se desarrolle la propia individualidad en sus acciones, a fin de que las personas hagan uso de su propia personalidad, sin imposiciones ni exigencias de terceros.
Cómo que siempre nos interesa meternos en las decisiones de otras personas, trátese principalmente de nuestro grupo más familiar e íntimo como cónyuges, hijos y nietos, hermanos e incluso en personas fuera de ese entorno.
No respetamos la propia individualidad e interferimos en el libre accionar de otras personas, cómo que quisiéramos que todos hicieran lo que a nosotros nos parece, lo más correcto, cuando en realidad eso no resulta lo más acertado; fallamos al no respetar lo que cada quien desea hacer, bajo su libre albedrío y su propia responsabilidad.
Cada ser humano está orientado a hacer ciertas actividades que le resultan satisfactorias y no podemos interferir en sus propios deseos e intereses, pues estamos coartando la libertad de decidir en base a su propio criterio e impidiendo su propio desarrollo personal.
Seamos por lo tanto más respetuosos de lo que cada quien quiere hacer, pues seguramente aquello está colmando y satisfaciendo sus propias necesidades, sean materiales, espirituales, religiosas, artísticas, literarias, deportivas o de cualquiera otra especie, pues solo así permitiremos que fluyan en esas personas sus más íntimos deseos de satisfacción y de anhelos.
Lo que ocurre en nuestros hogares también podría replicarse en nuestros trabajos o en la política, cuando nos topamos con jefes autoritarios o autoridades que nos quieren imponer sus propios criterios y sus maneras muy personales de actuar y de desarrollar ciertas actividades; y peor aún si a lo mejor pretenden que sigamos ciertas creencias o ideologías que no son de nuestra particular manera de sentir y de actuar.
Dejemos que cada quien desarrolle su libertad de pensar y de actuar y haga uso de su libre albedrío y pueda seguir el camino que le resulte más satisfactorio, sin imponer nuestros propios criterios o aspiraciones. Nicolás Maquiavelo dijo: “Dios no quiere hacerlo todo, para no quitaros el libre albedrío y aquella parte de la gloria que os corresponde”.
Hernán Patricio Orcés Salvador
La ambición pudo más
Desde la época de Julio César y después Bonaparte, tenían muy claro el “divide y vencerás”. Los únicos que no entendieron son la hemorragia de egocéntricos, ambiciosos y arribistas candidatos a muchas dignidades. Permitieron la atomización del voto. Y ahora se dan cuenta que fue un error no unirse. Codiciosos antipatria.
Un Presidente que recibe una paliza del siglo, por su manejo blandengue y errático del país. Rodeado de mediocres, camuflados correístas y asesores de última que no le permiten acertar una. En este país la minoría pone autoridades, 20 es más que 80, 35 es más 65; Baldor se retuerce en su tumba. Definitivamente la organización y la plata, pueden más, que el ego y la ambición.
Despierten ‘figuretis’ de la política solo queda menos de dos años para evitar que el país caiga en garras de la ignominia, saqueo y prepotencia. De igual manera ese TCE y TSE, calientan sus asientos y ganan un muy buen sueldo; ¿qué paso con reformar el Código de la Democracia?, que impida participar a maleantes e ignorantes, pues los requisitos para ser candidato raya en lo absurdo, a este paso el próximo candidato va a ser ‘firulais’ y es posible que gane. No es justo que para un empleo digno como lo es de conserje, se solicite requisitos más estrictos que para Presidente, asambleísta, etc.. Dejen de hacerse los “giles” y reformen ese mamotreto de Código.
Señores políticos buenos, mediocres y ambiciosos, tienen menos de dos años para organizarse o el sufrimiento de Venezuela y Nicaragua están a la vuelta de la esquina.
Eduardo Proaño Paredes